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La nobleza aragonesa se rinde a Jaime I


 

ALCALÁ DEL OBISPO, 22 marzo de 1227. Con la aceptación de la sentencia emitida hoy por el jurado arbitral, Jaime I de Aragón y sus nobles han llegado a un acuerdo para dar por finalizada la guerra civil que los enfrentaba desde el verano pasado. El jurado, compuesto por el Obispo de Tarragona, monseñor Espàrrec, el obispo de Lérida, monseñor Balaguer, i el maestre de la orden del Temple en Aragón, Francesc de Montpesat, ha acordado que todos los nobles deberán prestar obediencia al rey de Aragón, y a cambio éste pedonará a sus vasallos rebeldes e incluso resarcirá económicamente a algunos de sus cabecillas, como su tío Fernando, abad de Montearagón, y garantizará la protección de otros, como el obispo de Zaragoza, Sancho de Ahonés (hermano de Pedro de Ahonés, cuya muerte desencadenó la guerra). Ocho años después de que los nobles consiguieran la regencia de manos del papa Honorio III, Jaime I se impone firmemente como rey de Aragón.


La guerra experimentó un giro de 180 grados el pasado mes de enero, durante el asedio de Les Celles, cuando teniendo sitiada la fortaleza, Jaime I decidió no levantar el asedio ante la llegada de las tropas rebeldes de su tío Fernando, que eran más numerosas que las del propio rey. Ante tal desafío, los atacantes decidieron retirarse en lugar de atacar; poco después Les Celles se entregaba a Jaime I, el primer asedio con éxito del joven rey tras los sonados fracasos de Albarracín (1220), Peñiscola (1224), Loarre y Bolea (1226).


Tal fuerza de carácter provocó los primeros movimientos diplomáticos en busca de una solución al conflicto. Protagonizados por monseñor Espèrreg, inicialmente no tuvieron éxito, pues encontraron a los rebeldes firmes en sus exigencias. Pero Jaime I no se rindió ante la vía diplomática, llegando a jugarse la vida, literalmente, con tal de acordar la paz con sus vasallos. Es lo que ocurrió en Huesca, en febrero pasado. Ante la oferta de diálogo de la ciudad, Jaime I acudió a Huesca prácticamente sin escolta. Allí hizo un discurso ofreciendo la paz y la concordia, pero rumores de que las tropas reales se disponían a asaltar la ciudad, malograron el acuerdo. Pero Jaime I, quien de ninguna manera estaba dispuesto a sufrir otra reclusión forzosa como la de Zaragoza dos años atrás, actuó hábilmente; y sin perder los nervios, pidió la cena fingiendo que se quedaría en Huesca aquella noche, pero en lugar de cenar consiguió las llaves de una puerta y salió tranquilamente de la ciudad.


La actitud decidida del rey, quien definitivamente ya no era el adolescente de Albarracín, aceleró los acontecimientos. Poco después, las partes llegaban a un acuerdo de arbitraje. La aceptación del jurado arbitral, formado por al arzobispo de Tarragona, el obispo de Lérida y el maestre del Temple, favorables al rey de Aragón, ya daba una idea de la sumisión de los nobles ante Jaime I. La Concordia de Alcalá, como se conoce a este hito histórico, no ha hecho más que formalizar esta rendición.


Alcalá del Obispo es hoy un municipio de la provincia de Huesca, localizado a 11 km. al sureste de la capital y con una población de algo más de 300 habitantes. Fue fundada por los musulmanes, quienes construyeron el castillo en cuyas faldas se desarrolló la población. Sobre ese castillo se construyó la actual iglesia dedicada a San Miguel, patrón de la ciudad. En sus alrededores se encuentran el molino de Farañás, de origen medieval, y el palacio de los Gurrea, en Agravieso. En el término municipal de Alcalá del Obispo se encuentra el aeropuerto de Huesca-Pirineos, inaugurado en 2007.



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