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Caos en Marrackech; Al-Ándalus, abandonado



 

MARRACKECH, 5 octubre 1227. El califa al-Adil ha sido asesinado hoy en Marrackech por su visir, tres semanas después de que su hermano Abu El-Ola, que gobernaba Al-Ándalus desde Sevilla, se hubiese rebelado contra él y declarado califa. Al-Adil tenía 57 años, y era califa desde que él también se rebelara contra el califa de Marrackech, Al-Walid, en 1223, cuando era gobernador de Murcia. Tras la rebelión, al-Adil pasó a El Magreb para enfrentarse a la levantisca tribu de los benimerines y a las revueltas de los hafasíes en Ifraquiya (Túnez), dejando a su hermano Abu El-Ola como gobernador de todo Al-Ándalus.


Pero el pasado 15 de septiembre, El-Ola se levanto contra su hermano en Sevilla, autoproclamándose califa. Pero tres semanas después, el propio Al-Adil caía asesinado en Marraquech, al parece a manos de su visir y siguiendo los planes de una conspiración de origen benimerí que buscaba paz y autonomía para sus territorios. El hundimiento de los almohades en el norte de África parece ya inevitable. Como muestra final, se sabe que Abu El-Ola ha renegado de la doctrina almohade y vuelve a la obediencia del califato abassí de Bagdad, la que abandonaron a mediados del siglo XII para crear su imperio independiente.


Las consecuencias de todos estos acontecimientos serán muy importantes. Para empezar, el territorio controlado directamente por Marrackech se ha reducido al que hay entre la ciudad, la nueva Rabat y el Atlas, mientras que El Magreb permanece controlado por los benimerines e Ifraquiya por los hasafies. Pero también se generarán revueltas en Al-Andalus, donde el medio siglo de dominio almohade había cosechado enemigos entre los mismos andalusíes. Como en Murcia, donde Ibn Hud, un descendiente de la dinastía hudita de Zaragoza, se levantará contra El-Ola en el valle de Ricote, en Murcia. En un primer momento, El-Ola derrotará al ejército de Ibn Hud, pero el caos que se había apoderado de Marrackech le obligará a cruzar el estrecho poco después y dirigirse a la capital, donde conseguirá cierta estabilidad frente a benimerines y hasafies. Pero a cambio, Al-Andalus se ha quedado sin la protección del ejército califal, y solo puede contar con las fuerzas de sus grandes ciudades, algo que está aprovechando Fernando III, que va ampliando el número de villas y fortalezas ocupadas y engrosando su tesoro cada vez que pacta parias con emires y wallies. En estos momentos, Al-Andalús está totalmente desprotegido.


IMAGEN SUPERIOR: FOTOGRAMA DEL CORTOMETRAJE DE ANIMACIÓN "RICOTE; ÚLTIMO REDUCTO MORISCO DE LA PENÍNSULA".



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