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El Bovatge; el impuesto general de Catalunya también se aplicará en Aragón



 

MONZÓN, septiembre de 1218. La curia generalis celebrada en Monzón ha autorizado al rey para que pueda recaudar el impuesto del bovatge, un exacción que nació en los condados catalanes el principio del siglo XII y que Pedro II comenzó a aplicar a en Aragón, no sin pocos problemas, a principios del XIII. Supone la primera medida fiscal que se aplicará en ambos estados recién reunidos en la Corona de Aragón.


El impesto del Bovatge aparece en 1118, cuando el conde de Barcelona Ramón Berenguer I, después de incorporar los dominios de Conflent, declara a todos los bueyes y bienes del condado bajo su protección, al tiempo que solicita un pago por buey y persona a todos los nuevos súbditos. De ahí viene el nombre de bovatge. Por lo tanto, el bovatge nace íntimamente relacionado con el crecimiento y las alianzas de los condados catalanes y con la tradición de ser aplicados con la llegada de la paz. Con posterioridad, el bovatge fue solicitado por otros condes barceloneses al inicio de su gobierno, como un impuesto de accesión. Pero fue con Alfonso II de Aragón (1197), primer conde de Barcelona que aunaba la dignidad real de Aragón y la condal de Barcelona, quien lo extendió a todos los condados catalanes


Pero fue Pedro II quien recurrió varias veces a solicitar este impuesto y, lo que es más importante, fue el primer monarca que también lo solicitó en Aragón. Y es que la situación económica del reino tocó fondo durante el reinado de El Católico; gran guerrero y siempre dispuesto a acudir a la batalla, la política exterior desarrollada en las campañas de Occitania y en la cruzada contra los almohades dejaron completamente exhaustas las arcas de Aragón. Así, en 1205 promulgaba por primera vez el cobro de un impuesto que, aunque no lo llamaba de esa manera, tenía la misma base y las mismas características del bovatge.


Esas primeras demandas sufrieron el rechazo frontal de la nobleza aragonesa, quien solo se avino al acuerdo tras el compromiso del rey de no volver a solicitarlo. Pero Pedro II volvería a hacerlo; hasta cinco veces en ocho años realizará el cobro de la exacción, todas las cuales debieron ser negociadas con los nobles, y la de 1211, recaudada para la cruzada almohade que culminará con la batalla de Las Navas de Tolosa, también chocó con la Iglesia, quien accedió después de una fuerte negociación y tras la concesión de amplias franquicias.


Las curia generalis de Monzó de 1218 ha vuelto a aprobar la concesión de un bovatge a aplicar tanto en Aragón como en Cataluña. En esta ocasión se da la importante novedad de que ha sido aprobada por los nobles, la iglesia y los nuevos invitados; los burgueses de las ciudades. El bovatge ha quedado ya instalado como una importante herramienta de recaudación, y por tanto de poder, de la monarquía aragonesa, cuyas principales características son que se paga al inicio de cada reinado y que se pueden solicitar otros bovatges a lo largo del mismo, pero eso sí; siempre negociados y con el beneplácito de la nobleza.


Con la aceptación del bovatge, los nobles y eclesiásticos aceptan el control de su riqueza por parte del monarca, ya que el pago del mismo supone el conocimiento y la tasación de los bienes que sean propiedad de cada sujeto pasivo. Esto supone la aceptación de la labor de los veguers, los representantes reales encargados de detallar, valorar y tasar los bienes de los habitantes del reino. Se trata, por tanto, de una incursión del rey en la jurisdicción de feudal de la nobleza, un avance más en la concentración de poder en manos del rey que estamos viviendo en esta época por toda Europa. Aunque en este caso siempre negociada y con la aceptación de la nobleza.

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