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Luis de Francia es aclamado rey de Inglaterra en la catedral de San Pablo



 

LONDRES, 14 junio 1216. El príncipe de Francia Luis Capeto ha conquistado la ciudad de Winchester, y tras controlar la mitad del reino inglés, ha entrado en Londres, donde ha sido aclamado como rey de Inglaterra en la catedral de San Pablo. Sin embargo no ha sido coronado por el arzobispo de Canterbury, un requisito imprescindible para ostentar la corona inglesa.


Tras la derrota de Bouvines, los barones ingleses obligaron al rey Juan I a firmar la Carta Magna en las praderas de Runnymed (1215), aceptando someterse a la primera constitución escrita. Pero el papa condenó dicha constitución en el IV Concilio de Letrán, lo que fue aprovechado por Juan I para desdecirse de su juramento y volver a enfrentarse a los barones. En este contexto, el de la llamada Primera Guerra de los Barones, los nobles ingleses pidieron ayuda a Francia para derrotar a Juan I, también conocido como Juan Sin Tierra. 150 años después de la invasión normanda de Guillermo El Bastardo (1066) otro príncipe francés buscaba de nuevo coronarse rey de Inglaterra. La empresa, no obstante, contaba con la oposición de su padre Felipe II Augusto y del papa Inocencio III.


Pero Luis siguió adelante y en mayo de 1216 desembarcaba en en la costa de Kent. Ante la noticia, Juan I escapó a Winchester, lo que dejó el camino expedito hacia la capital inglesa, donde Luis Capeto fue aclamado como rey de Inglaterra, aunque no fue coronado, ya que el arzobispo de Canterbury, Stephen Langton, se mantuvo obediente al papa y del lado del rey Juan I. Tras la aclamación, continuaron llegando apoyos de los barones al aspirante francés, adhesiones que siguieron cuando se dirigió a Winchester, ciudad en la que entró el 14 de junio, cuando Juan I ya había huido.


Sin embargo, no todos los barones y tenientes de castillos se habían pasado el bando del príncipe de Francia, con lo que Luis tuvo que emplearse a fondo en algunos asedios, como fueron los casos de Windsor o Rochester. Uno de ellos fue el de Dóver, ciudad que no había conquistado pese a su importancia, ya que desde dicha plazo se tiene el control absoluto de las comunicaciones con el continente. Este error le pasaría una importante factura más tarde. Juan I reaccionó poco después y pudo conquistar el castillo de Rochester. Pero en ese momento el rey inglés murió (18 de octubre, castillo de Newark), y con él desapareció la causa que dividía a los nobles ingleses. Los barones decidieron que les convenía más un rey de 9 años, en la persona de Enrique, hijo de Juan I e Isabel de Angulema, que la del príncipe francés. Enrique III fue coronado rey de Inglaterra en la catedral de Gloucester, el 28 de octubre, mientras que le regencia caía en manos de William Marshall, uno de los caballeros más respetados de Inglaterra.


Aunque Luis de Francia todavía mantenía el apoyo de algunos barones, el trabajo de Marshall fue atrayéndolos hacía Enrique III, de tal manera que a primeros de 1217, el príncipe Luis llegó a la conclusión de que había llegado la hora de abandonar Inglaterra. Una tarea que no fue nada fácil, pues tanto su estancia como la llegada de refuerzos fueron constantemente atacados desde Dover, la ciudad que Luis no quiso conquistar en sus prisas por entrar en Londres.


Poco después de la coronación de Enrique III, lo barones retomaron la Carta Magna de 1216, que había sido condenada por el papa y derogada por Juan I, y la reescribieron para que el joven rey inglés la jurara. Tras un paréntesis de meses, Inglaterra volvía a tener una constitución escrita.


La catedral de San Pablo donde fue aclamado Luis de Francia era la antigua catedral de Londres, que fue destruida en el gran incendio que arrasó la ciudad del Támesis en 1660. Sus obras habían sido comenzadas por los normandos en 1086, pero tardaría 200 años en terminarse, lo que tuvo lugar en la década de 1240. Tenía las paredes de piedra, pero su techa era de madera por la dificultad de sostener un cerramiento de piedra. En sus paredes se abrían unas magníficas vidrieras, que llegan a ser citadas en los Cuentos de Canterbury. Era la tercera catedral más grande de Europa y su aguja era una de las más altas de la Cristiandad.

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