Alerta roja en Portugal: la muerte de Sancho I pone el reino a merced de León
COIMBRA, primavera 1212. El más que generoso testamento del segundo rey de Portugal, que donó extensos dominios a sus hijas Sancha, Teresa y Mafalda, ahonda en el debilitamiento de la monarquía lusa ante una nobleza fortalecida desde que, a cambio de que el papa Alejandro III reconociese a su padre Alfonso I como rey de Portugal, en 1179, obtuviera grandes concesiones de la monarquía. El heredero de Sancho, Alfonso II, no ha aceptado las polémicas donaciones, lo que ha provocado el rechazo de sus hermanas, quienes han pedido ayuda a la nobleza... y al ex de Teresa y primo de todas ellas; Alfonso IX de León.
El detonante se produjo poco después de la muerte del rey Sancho (26 de marzo de 1211), cuando Alfonso II convocó una curia en Coimbra para declarar que consideraba nulas las cesiones de su padre en favor de sus hermanas. La crisis que estalló a continuación obligó al rey a rectificar su propuesta; aunque retiró la jurisdicción a sus hermana, les mantuvo sus derechos económicos sobre las rentas señoriales. Pero la decisión siguió sin gustar a las infantas, quienes recabaron e apoyo de la alta nobleza ante lo que ésta calificaba como una vulneración de los deseos del rey, pero que en realidad estaba preocupada por el fortalecimiento de la corona. La crisis dividió a la nobleza en dos, con los poderosos arzobispos de Braga y Lisboa posicionándose en contra del rey.
Y es entonces cuando se pone de manifiesto la utilidad (y peligro) de los enlaces matrimoniales, porque además de que Teresa estuvo casada con Alfonso IX, resulta que Urraca de Portugal, hermana del fallecido rey Sancho (y por tanto hija del primer rey Alfonso I) también estuvo casada con Fernando II de León de 1165 a 1175, matrimonio del cual nació el actual rey leonés, Alfonso IX. El matrimonio fue anulado por excesiva proximidad, pero la Santa Sede sí legalizó al heredero, con lo que el rey leonés puede exhibir ciertos derechos sobre el reino de Portugal. En esta línea, Alfonso IX ha dado refugio en León a las infantas y a los nobles que las apoyan, lo que ha provocado que Alfonso II de Portugal busque apoyo en el enemigo natural de aquél, Alfonso VIII de Castilla. En estas circunstancias, el rey leonés ha invadido la región del Miño y ha derrotado a las tropas realistas en Valdevez, cerca de Guimaraes.
Pero la guerra no ha pasado a mayores por la enérgica intervención del papa Inocencio III, quien inmerso en los preparativos de la cruzada contra los almohades, no va a permitir que las sempiternas luchas entre los reinos hispánicos pongan en peligro el éxito de la empresa. Unas guerras entre hermanos que, precisamente, han estado siempre en la base de la desconfianza con que el papado ha contemplado la organización de una cruzada en Hispania. Y razón no le falta a Roma; como consecuencia de esta crisis, ni Portugal ni León acudirán a la cruzada contra los almohades.
El conflicto se resolverá meses después, cuando los reyes de Portugal, León y Castilla acuerden en Coimbra una tregua (Paz de Coimbra, 11 noviembre 1212) por la que los tres Alfonsos detendrán las hostilidades hasta mayo del año siguiente. Alfonso II de Portugal tiene unos meses de respiro.
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