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Incredulidad mundial: Venecia desvía la Cuarta Cruzada contra una ciudad cristiana


 

VENECIA. 15 noviembre 1202. Una nefasta combinación de intereses económicos, ambición expansionista y ganas de venganza ha acabado por desviar la Cuarta Cruzada contra Zara, un antiguo enclave comercial que los venecianos habían perdido a manos del rey húngaro Emerico, cuando inicialmente estaba previsto que se dirigiera a Egipto. La decisión ha sido tomada a propuesta del dux de Venecia, Enrico Dandolo, y con la aquiesencia de Felipe de Suabia, rey de Alemania y próximo emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y Bonifacio de Monferrato, jefe del ejército cruzado.


El ambiente cruzado no había abandonado la Cristiandad tras el fracaso de la Tercera Cruzada, en 1192, pues Jerusalén seguía en manos de los musulmanes desde la conquista por Saladino en 1187. Fue en ese ambiente cuando el emperador Enrique VI convocó la Cuarta Cruzada en la dieta de Bari, en 1196, en un momento en que se sentía pletórico tras la conquista de Sicilia. Pero su inesperada muerte al año siguiente hizo que el proyecto de una cruzada germánica se desvaneciera. Fue poco después, tras la elección de Inocencio III como papa en 1198, cuando éste retomó la iniciativa convirtiéndola en una acción bajo control pontificio. El plan inicial preveía la conquista del delta del Nilo, en Egipto, y establecer allí las bases desde las que atacar Palestina. Para el traslado de las tropas, se llegó a un acuerdo con las potencias navales de Venecia y Génova, quienes aceptaron construir una flota suficientemente grande para transportar 35.000 hombres y 4.500 caballos a cambio de 85.000 marcos de plata.


Pero cuando llegó la fecha señalada solo se presentaron unos 12.000 hombres, mientra que el dinero recaudado para el transporte apenas superaba los 50.000 marcos. Venecia se negó a realizar el traslado si no se le pagaba el total del importe acordado. Durante las negociaciones, Venecia propuso realizar el traslado por ese importe si previamente los cruzados tomaban para ella la ciudad de Zara, en la costa dálmata. La decisión provocó un escándalo en Roma, pues era la primera vez que en una cruzada se atacaba una ciudad cristiana, y no sería la última. Inocencio III montó en cólera y excomulgó a todos los participantes. A pesar de ello, la flota cruzada desembarcó en los alrededores de Zara el 10 de noviembre, y la ciudad caería en manos venecianas el día 23.


Pero el asunto todavía puede empeorar más, pues atacada una ciudad cristiana ya se puede atacar cualquier otra, incluso la mayor ciudad de la Cristiandad. Porque en ese momento, durante el sitio de Zara, ha llegado al campamento cruzado el pretendiente bizantino Alejo, familiar del derrocado Isaac II Ángelo. Enviado por Felipe de Suabia, ha propuesto a los católicos que si los cruzados le ayudaban a restituir a Isaac II en el trono, el emperador les compensaría con 200.000 marcos de plata y aportaría además un contingente de 10.000 soldados. Dadas las enemistades que tanto Venecia como el Imperio manenían con Biznacio (la primera por haber perdido derechos comerciales y el segundo por que los emperadores bizantinos se negaban a otorgarle vasallaje), la oferta ha sido aceptada rápidamente. Incluso Roma, ferozmente opuesta al principio, ha suavizado su postura ante la perspectiva de unión entre la iglesia Ortodoxa y la de Roma, retirando la excomunión a los participantes en la cruzada.


Ahora mismo, la Cristiandad contiene la respiración ante el eventual choque entre los dos imperios cristianos del momento, el Sacro Romano Germánico y el bizantino.


IMAGEN SUPERIOR: DETALLE DEL CUADRO "ASALTO A ZARA", DE ANDREA VICENTINO

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