La primera banca multinacional: la Orden del Temple
PARÍS, otoño 1202. Cuando estamos a punto de celebrar el primero centenario de la fundación de la Orden del Temple (1118), esta organización ya actúa como una red bancaria internacional, siendo la preferida por reyes y grandes magnates para depositar sus tesoros, obtener créditos o realizar pagos a distancia.
Los caballeros templarios han alcanzado esta posición gracias, primero, a las continuas e importantes donaciones que reciben de reyes y nobles, y en segundo lugar por la extensa red de castillos, casas y señoríos que se extiende por toda la Cristiandad. Sobre el primer motivo, recordamos como ejemplo que Alfonso I El Batallador nombró heredero de sus reinos de Aragón y Navarra a Dios (sic), nombrando a las órdenes militares depositarias de dichos reinos (algo que no fue aceptado por la nobleza, que nombraría un rey para cada uno de los territorios provocando la división del reino), y del segundo motivo sabemos que la administración de la orden estaba divida en once provincias que cubrían toda Europa y Oriente Próximo; tres en Oriente (Jerusalén, Trípoli y Antioquía) y nueve en occidente, entre las que se encontraban las de Castilla, León, Aragón y Portugal.
La oferta conjunta de fiabilidad (se trata de una orden religiosa sometida a los votos de obediencia, ayuno y castidad), seguridad (como orden militar la componen los soldados de élite de la Edad Media) y extensa red de centros, convierten a la Orden del Temple en la organización ideal para transferir fondos y depositar los tesoros y bienes más preciados. Tal es la eficiencia de la que hacen gala los templarios que el rey de Francia les ha encargado la gestión del tesoro real.
Este desempeño ha convertido a los tesoreros templarios en los contables más especializados e innovadores de su época. Así, sabemos que ya utilizaban rudimentariamente la carta de crédito, un documento emitido por el tesorero de una provincia que podía ser cobrado en otra sin tener que desplazar físicamente el dinero. También están acreditados los servicios usuales de la banca actual, como el depósito de fondos (cuentas corrientes), la custodia de objetos (cajas de seguridad), pagos a distancia (transferencias), transporte de fondos (blindados) y cobros, pagos y consiganciones por cuenta de sus clientes. Para administrar estas operaciones, los templarios introdujeron novedades en su contabilidad; aunque mayoritariamente anotaban en el sistema ya utilizado por griegos y romanos de "cargo y data" (nuestra cuenta corriente, por ejemplo, con apuntes de ingresos, pagos y fechas), algunos autores sostienen que algunos asientos ya apuntan al sistema de doble contabilidad, el más usado hoy en día.
Es de estos años, principios del siglos XIII; de cuando datan los asientos contables medievales más antiguos de los que disponemos, pertenecientes todos ellos a la contabilidad del tesoro real francés por parte de la casa del Temple en París.
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