Trágica amputación de Navarra: Castilla arrebata su salida al mar
VITORIA, invierno 1200. Alfonso VIII no ha perdonado a León y Navarra los ataques sufridos, en alianza con los almohades, tras la derrota del ejército castellano en Alarcos (1195), cuando el reino de Castilla quedó virtualmente indefenso ante sus enemigos. Afortunadamente para Alfonso VIII, las hostilidades cesaron cuando Aragón y el papado apoyaron a Castilla (excomuniones de Fernando IX de León y a Sancho VII de Navarra), al mismo tiempo que el ejército almohade se retiraba a África para tratar las revueltas del norte del Magreb. La paz acordada en las vistas de Tarazona (1197) dio por cerradas las consecuencias de la batalla de Alarcos, que al final no han sido tan terribles para Castilla, pues a pesar de verse atacada por tres de sus cuatro vecinos, la pésima explotación de la victoria almohade no ha supuesto pérdidas territoriales adicionales a las del su del río Tajo, ahora en poder musulmán.
Pero Tarazona también ha sido el punto de inicio de la venganza de Castilla contra sus dos vecinos. Sin embargo, si la situación con León se solucionaba diplomáticamente unos años después, Alfonso VIII decidió aprovechar la situación contra Navarra para apropiarse de la cornisa cantábrica, Álava y La Rioja. Así, en 1198 llegaba a un acuerdo con Aragón, donde era regente su hermana Sancha, madre de Pedro II, para repartirse el reino pamplonés (acuerdo de Calatayud). La guerra empezó en la primavera de 1199, y en junio Alfonso VIII ya se encontraba asediando Vitoria. Atacado por ambos flancos y sin aliados, la reacción Sancho VII fue desplazarse a Al-Ándalus a negociar la ayuda almohade, pero el califa Yaqub Al-Mansur ya había acordado treguas con Castilla y tenía otros problemas en Túnez.
Todavía se desconoce como fue la campaña de conquista del resto del territorio amputado (Álava, Guipúzocoa, El Duranguesado y La Rioja occidental), pues no han llegado noticias de batallas o asedios importantes. Esta falta de noticias sobre una hipotética resistencia ha llevado a las analistas a suponer que Alfonso VIII ha contado con la aquiesencia de los señores vascos para incorporarlos como vasallos de Castilla, un proceso en el que habría jugado un importante papel la influencia del poderoso señor vizcaíno Diego López de Haro, alférez del reino de Castilla y siempre beneficiado por las políticas de su señor, y la política emprendida por Sancho VII de beneficiar a villas y concejos en detrimento de la nobleza del reino.
Ante la falta de refuerzos, Vitoria se rindió al ejército castellano seis meses más tarde, en enero de 1200, y poco después Castilla y Navarra firmaron treguas que mantenían en poder de Castilla el territorio conquistado durante la guerra. La pérdida de la salida al mar ha sido un golpe devastador para el reino pamplonés. Precisamente en un momento en que el comercio internacional no cesa de crecer, la pérdida de los puertos cantábricos, sobre todo San Sebastián, es una tragedia para el comercio navarro. Ello, unido a la imposibilidad de expansión hacia el sur por falta de frontera con los almohades, ha provocado un giro de los intereses navarros hacia el otro lado de los Pirineos; allí, Sancho VII ha conseguido el vasallaje de algunos señores, al tiempo que ha acordado con Juan I de Inglaterra, señor de Aquitania, el uso del puerto de Burdeos por parte de los mercaderes navarros en un intento de evitar la asficia comercial del reino.
Pero las nuevas posesiones de Castilla tienen un efecto todavía más interesante e impredecible: la conquista de la cornisa cantábrica ha conectado el reino con Gascuña, el condado que trajo en dote su mujer Leonor de Aquitania. Ello ha despertado el interés de Alfonso VIII por sus posesiones en el suroeste de Francia, una oportunidad única para que el vigoroso reino de Castilla se expanda al otro lado de los Pirineos.
IMAGEN SUPERIOR: MAPA DEL REINO DE NAVARRA.
EN VERDE LAS TIERRAS CONQUISTADAS POR ALFONSO VIII
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