Churras y merinas: la demanda de lana multiplica la cabaña ovina
BURGOS, primavera 1191. El crecimiento de la población de esta época está produciendo, lógicamente, un aumento de la demanda de los servicios básicos que necesitan las personas. El aumento de la producción agraria está resolviendo, de momento satisfactoriamente, las necesidades de alimentación. La creación de ciudades y sus crecimiento es un claro ejemplo de que la industria de la construcción también está creciendo. Y por fin la necesidad de vestirse: durante este final de siglo la demanda de paños, y por tanto de lana, está creciendo a un ritmo sin precedentes.
Ello está impulsando un crecimiento de la industrial hasta tal punto que empieza a convertirse en una alternativa al trabajo agrícola. Dada la especialización de esta industria, las florecientes ciudades cada vez se necesitan más pastores, esquiladores, limpiadores, batanadores, tejedores, etc, un trabajo que inicialmente se desarrolló en la misma explotación ganadera pero que, poco a poco, está asentándose en las ciudades. Además, no hay que olvidar los importantes subproductos de la oveja, como la carne, cada vez más incluida en la dieta medieval, la leche y el queso, que comienzan ahora a generalizarse, o la piel, muy utilizada en la fabricación de papiros.
La mayoría de esta actividad todavía se realiza a escala local, es decir, la lana de las ovejas se prepara en las explotaciones ganaderas y se lleva a la ciudad más próxima para su venta, pero el desarrollo de los circuitos comerciales internacionales está consiguiendo que paños importados, de mayor calidad, estén al alcance de las aristocracias municipales y de la nobleza, los dos estamentos que utilizan el vestir para reflejar su estatus y distinguirse del humilde ccampesino. Esta producción internacional es la que está detrás del boom de la industria en Flandes o el norte de Italia, las regiones que más están creciendo económicamente.
En los reinos peninsulares todavía no han alcanzado los niveles de exportaciones que tendrán lugar más tarde, gracias a la calidad de la oveja merina castellana, una especia derivada de la que los árabes trajeron a la península y cuya calidad es considerada la mejor del mundo. Pero lo que sí se está produciendo es el crecimiento imparable de la cabaña ovino. Y esto trae problemas.
Efectivamente, los beneficios de la industria lanar están atrayendo no solo a los comerciantes de las ciudades, sino también a los grandes señores feudales, cuya renta siempre ha tenido un importante componente ganadero. Como consecuencia de ello se ha disparado el número de cabezas, y estos ganados, que son transhumantes (viajan dos veces al año en buscas de los pastos de invierno y verano), están sufriendo encontronazos con los grandes propietarios agrícolas, cuyas extensiones en producción tampoco cesan de crecer.
Para defenderse en estos litigios, los ganaderos locales y los nobles propietarios empiezan a asociarse en consejos, también llamados mestas, cuyo objeto es defender sus derechos de paso por cañadas, ramales y veredas ante la oposición de los agricultores, así como dirimir las múltiples disputas que se dan entre ellos. Son todavía pequeñas asociaciones de carácter local, pero en ellas ya se encuentra la misma dinámica que llevará a la aparición, cien años más tarde, del Honrado Consejo de la Mesta, gran exponente de la importancia y la influencia que la poderosa industria lanar tendrá durante el final de la Edad Media.
La distinción entre ovejas churras y merinas se refiere respectivamente a las criadas para el consumo de carne y para la elaboración de la lana, y es de donde viene la expresión "no mezclar churras con merinas".
IMAGEN SUPERIOR: GANADO OVINO EN UNA CRÓNICA MEDIEVAL
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Sección de ECONOMÍA