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Aragón tiene un problema: los cátaros


 

​CARCASONA, 1190. Desde que se convirtiera en el primer monarca que reina sobre Aragón y los condados de Barcelona, una de las principales características de la política de Alfonso II de Aragón es ser respetuoso con las leyes y tradiciones de los territorios bajo su dominio. Ello se explica por la mayor heterogeneidad de los territorios que componen su corona comparados con, por ejemplo, los reinos centrales y occidentales de la península, los cuales, a pesar de las luchas y fluctuaciones de sus fronteras, se asientan sobre una base más o menos común proveniente de las antiguas monarquías astur y pamplonesa.


Pero una cosa es respetar las libertades y tradiciones de esos territorios y otra, muy distinta, permitir el desarrollo de creencias religiosas que puedan chocar con al iglesia de Roma. Pues esto es, precisamente, lo que está ocurriendo en los territorios vasallos del rey de Aragón en el sur de Francia. Allí está creciendo de forma imparable la comunidad cátara, también conocida como albigense porque proviene de la ciudad italiana de Albi. Los cátaros se enfrentan directamente a la iglesia de Roma, a quien atacan, entre otras cosas, porque consideran que su riqueza y su lujo contradicen los mandamientos de Cristo. De hecho, sus dirigentes, llamados Perfectos, viven en el ascetismo, motivo por el cual son admirados y respetados por el pueblo llano y los comerciantes y profesionales de las ciudades.


Pero el problema se convierte en muy preocupante porque dicha corriente ha conseguido el apoyo de los nobles y los señores del Languedoc (Tolosa, Nimes, Carcasona...), quienes facilitan su práctica y hasta nombran y protegen a los obispos de creencias cátaras, los cuales, elegidos de entre los Perfectos, se oponen a la autoridad del papa. Y esto sí que no; por aquí Roma no pasa.


La capital de la Cristiandad lleva muchos años intentando la conversión pacífica del Languedoc, pero siempre sin éxito, pues sus enviados chocan con el respeto que inspiran los Perfectos y el apoyo que éstos reciben de los nobles. Así las cosas, el problema se ha manifestado con toda su crudeza cuando el III Concilio de Letrán (1179) ha declarado que el catarsimo es una herejía y, sobre todo, ha dado un paso más exigiendo a los príncipes cristianos la erradicación de la misma.


Y aquí es donde Aragón tiene su gran problema; ¿cuál debe ser la política de Alfonso II? ¿Obedecer al papa y enfrentarse a sus vasallos, con el claro riesgo de perder el control de esa importante zona del sureste de Francia? ¿O defender a sus vasallos, como obliga la ley feudal, y enfrentarse no solo al papa si no a todos los príncipes que sigan sus dictámenes? Desde luego, ahora mismo nadie quiere estar en el pellejo del rey aragonés, pero todos mantienen un ojo en esa zona a la espera de comprobar cómo afectan las sanciones de Letrán a la evolución geopolítica de la región.


Básicamente, los cátaros tienen una visión maniqueísta del cristianismo, ya que predican la existencia del Dios del Bien y del Dios del Mal (Demiurgo). Rechazan el Antiguo Testamento, pues lo atribuyen a la creación del Dios del Mal. También niegan la Trinidad, pues predican que Jesucristo no puede ser Dios , y rechazan totalmente el lujo y la riqueza de la iglesia de Roma. Sus principales miembros son conocidos como Perfectos, y viven en un ascetismo total, lo que les proporciona la simpatía y el seguimiento del pueblo llano de las ciudades. En su momento álgido los obispos cátaros llegaron a dominar hasta cinco diócesis del sureste francés.


IMAGEN SUPERIOR: CARCASONA, OBTENIDA DE WIKIPEDIA

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