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Se hunde la frontera leonesa


 

CIUDAD RODRIGO, 1174. Un potente ejército almohade ha atacado la transierra leonesa y ha expulsado a los cristianos de todas las posiciones que habían repoblado al sur del rio Tajo. Al contrario que en 1171, cuando León y Portugal consiguieron rechazar a los almohades en Santarem, en esta ocasión Fernando II de León no ha contado con el apoyo de ninguno de los reinos cristianos. En realidad, dicho ataque se esperaba desde entonces, cuando el califa Abu Yusuf acusó a Fernando II de romper a traición la alianza con los almohades cuando ayudó a su suegro Alfonso I de Porotugal en la defensa de la fortaleza lusitana. Ya entonces el califa de Marrackech comenzó los preparativos que culminaron con la firma de sendas treguas con Castilla y Portugal y el aislamiento diplomático del reino leonés. Ni Castilla ni Portugal movieron un dedo para evitar la catástrofe leonesa.


Las tropas musulmanas atacaron con todas sus fuerzas y recuperaron la plaza de Alcántara. A continuación se dirigeron a la fortaleza de Cáceres, la cual pudo conquistar a pesar de la resistencia de los caballeros de la Orden de Santiago, que se había creado en 1170 precisamente para la defensa de dicha plaza. Tras la conquista de Cáceres, el ejército almohade ha continuado su marcha hacia el norte hasta llegar al nuevo núcleo de Ciudad Rodrigo, la última plaza antes de Salamanca, a la que ha puesto sitio pero que, de momento, resiste a los almohades. Como de costumbre, todas estas acciones militares han ido acompañada de una enorme devastación de campos y aldeas, con captura de numerosos esclavos y cabezas de ganado.


Una catástrofe de incalculables consecuencias


La consternación es la tónica en la ciudad de León. Allí, incluso se dice que Fernando II ha entrado en una fuerte depresión debido a la derrota sufrida. Y no es para menos, ya que esta catástrofe supone la pérdida de todos los territorios ganados durante sus dos décadas de reinado, y con ellos la desaparición de importantes fuentes de recursos que provenían de la explotación de dichas tierras. Pero sobre todo, lo que ha quedado claro es que León, que hasta hace tres décadas era sin duda el imperio dominante de la península ibérica, ya no es capaz de defenderse por sí mismo contra el imperio almohade.


A oriente y occidente, Alfonso VIII de Castilla y Alfonso I de Portugal siguen atentos el debilitamiento de Fernando II, un reino que tras quedar endeudado y falto de recursos, podría convertirse en una pieza a cuya costa se pueden obtener importantes ganancias territoriales.

IMAGEN SUPERIOR: REPRESENTACIÓN DEL EJÉRCITO ALMOHADE

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